Relato Erótico: En Un Callejón

La lluvia arreciaba con fuerza y la gente espantada no se animaba a caminar por la gris acera de la vieja ciudad.  Sonidos de Saxo sonaban en la imaginación de la muchacha rubia, adornando la droga aquella, el efecto que provoca el Neón en la noche.
En el callejón no había alma alguna. Estaba sola, esperando, bien abrigada, a que apareciera el Muchacho del Sombrero.
Y como en un Cuento de Hadas, volteó la esquina y se deslizo tenue, de forma delicada y elegante, por el agua de la callecita aquella.
Frente a frente, casi topando la nariz, el Muchacho sacó unos billetes arrugados y se los metió en el abrigo a la Rubia. Ella, sonriente, comenzó a besarlo, a sacarle la chaqueta, a meter su mano entre el paquete del tipo elegante.
Volviéndose salvajes, sobre un tarro de basura, la Rubia contemplaba la lluvia caer mientras el tipo embestía fuerte y preciso, aprovechando que la lluvia ahogaba los sonidos, aprovechando que no venía nadie; la poca privacidad de un Callejón testigo les otorgaba el placer que quizás un cuartucho de un Viejo motel no les daría.
La Rubia se volteaba gustosa y el tipo agarraba desde los glúteos blancos, volviendo a embestir, quejándose con cada vaivén, sacudiendo la cabeza, tragándose las gotas de lluvia que se deslizaban por su cara.
Se tocaba los pechos, los dejaba caer, cerraba los ojos y pasaba la lengua por sus labios, si, lo estaba disfrutando. Él era su favorito, más que el dinero, más que el asunto de hacerlo casi en publico, él era salvaje, rudo, firme. La volteó nuevamente y agarró sus pechos como si fuera la ultima vez que se vieran. Una tras otra, otra y otra y una más.
Y ella, feliz.
Llegado el final, ella solo atinó a sentarse y a encender un cigarrillo. Es divertido ese asunto del cigarro después del sexo, es casi un Cliché.
El le acarició el mentón y acomodando su chaqueta, la besó y se fue. La próxima semana volverían a encontrarse en aquel callejón.